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La vuelta al colegio tras las vacaciones de verano supone una etapa de reajuste emocional para muchos niños y adolescentes. En los casos donde existen o han existido trastornos de la conducta alimentaria (TCA), este regreso puede intensificar tensiones internas, disparar la ansiedad y agravar los síntomas. El entorno escolar, aunque puede convertirse en un aliado en la recuperación, también puede ser un foco de presión, inseguridad y comparaciones constantes.

Rocío Rosés. Este enlace se abrirá en una ventana nuevaRocío RosésRocío Rosés, la directora del Instituto de Salud Mental del Hospital Universitari Sagrat Cor i Centre Mèdic l’Eixample Sagrat Cor, advierte que "el inicio del curso escolar es un momento sensible para los menores con TCA, ya que implica cambios en las rutinas, mayor exposición social y la necesidad de encajar en un grupo, lo cual puede ser especialmente difícil si el menor arrastra una baja autoestima o una autoimagen distorsionada".


Factores de riesgo en el entorno escolar

Los TCA, como la anorexia nerviosa, la bulimia o el trastorno por atracón, tienen causas multifactoriales, pero el contexto educativo puede actuar como desencadenante o amplificador. Las comparaciones físicas con compañeros, los comentarios sobre el cuerpo o la alimentación, el bullying y la presión académica son factores que pueden contribuir al deterioro del estado emocional y, por ende, al agravamiento de la sintomatología.

"Los adolescentes están en una etapa de gran vulnerabilidad psicológica. Necesitan sentirse aceptados, y muchas veces buscan en el control del cuerpo una forma de gestionar su ansiedad o recuperar una sensación de dominio", explica Rosés.

Además, los cambios hormonales, el aumento del uso de redes sociales y la idealización de ciertos modelos estéticos pueden acentuar estas conductas, especialmente cuando no se cuenta con un entorno familiar o educativo que detecte los primeros signos de alarma.


¿Qué señales deben alertar a padres y docentes?

Según la especialista, algunos comportamientos frecuentes que pueden indicar la presencia de un TCA son: evitar comidas en grupo, hablar con más frecuencia de las calorías de los alimentos, dejarse el bocadillo del colegio sin comer, negarse a comer en el comedor escolar, aislarse socialmente, tener cambios de humor repentinos, descenso en el rendimiento escolar o intensificación de las horas dedicadas al estudio y, por supuesto, mostrar un descenso o un aumento brusco de peso.

"Una detección precoz es clave para evitar que el trastorno se agrave o se cronifique. En estos casos, tanto las familias como los profesionales del centro educativo deben estar coordinados para intervenir lo antes posible", señala Rosés.


El papel de la familia y la escuela en la recuperación

La vuelta al colegio puede ser también una oportunidad para reforzar hábitos saludables si se aborda desde una perspectiva de apoyo y comprensión. Rosés recomienda trabajar con el menor desde la empatía, evitando la confrontación y apostando por la escucha activa.

"La familia debe transmitir un mensaje claro: lo importante no es el aspecto físico ni el rendimiento académico, sino el bienestar emocional. Asimismo, es esencial establecer rutinas, ofrecer un entorno predecible y mostrar afecto incondicional", indica.

Por otro lado, el papel del profesorado es fundamental. Los docentes pueden actuar como agentes detectores de señales de alarma y como referentes positivos. Incluir en el aula mensajes sobre la diversidad corporal, la alimentación saludable sin restricciones rígidas y el cuidado de la salud mental contribuye a reducir el estigma y favorecer la prevención.


Tratamiento y acompañamiento

El abordaje de un TCA requiere un tratamiento multidisciplinar que incluya apoyo psicológico, seguimiento médico y, en muchos casos, orientación nutricional. En el Centre Mèdic l’Eixample Sagrat Cor, el equipo de Salud Mental trabaja de forma coordinada con las familias y los especialistas para adaptar el tratamiento a las necesidades de cada menor. "Con una intervención temprana, un entorno seguro y un acompañamiento constante, es posible la recuperación. Pero es importante entender que no se trata solo de comer más o menos, sino de sanar un vínculo dañado con uno mismo", concluye Rosés.