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Mantenerse hidratado es una de las recomendaciones más repetidas en verano cuando se habla de salud. Beber suficiente agua es esencial para el correcto funcionamiento del cuerpo humano, y no hacerlo puede acarrear consecuencias más serias de lo que pensamos. Para conocer mejor cómo impacta la hidratación en nuestra salud y qué podemos hacer para mejorar nuestros hábitos hablamos con la Dra. Laura Tuneu, jefa de la Unidad de Endocrinología del Hospital Universitari Sagrat Cor.


El agua, un nutriente esencial

"Muchas veces se piensa que el agua no es un nutriente, pero lo es. Es tan esencial como las proteínas, los hidratos o las vitaminas, porque interviene en casi todas las funciones del organismo", explica la Dra. Tuneu. El cuerpo humano está compuesto en su mayoría por agua – alrededor del 60% en adultos -, y esta proporción es todavía mayor en bebés y niños pequeños.

Según la especialista, la hidratación interviene en procesos tan vitales como la regulación de la temperatura corporal, la digestión, el transporte de nutrientes y la eliminación de toxinas a través del sudor, la orina y la respiración. "Incluso una deshidratación leve puede provocar síntomas como fatiga, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse o bajada del rendimiento físico", señala.

La cantidad ideal de agua varía según la edad, el sexo, el clima, el nivel de actividad física y el estado de salud general de cada persona. Aun así, la Dra. Tuneu recuerda una pauta básica: "En general, se recomienda que una persona adulta consuma entre 1,5 y 2 litros de agua al día. Esta cantidad puede aumentar si hace calor, si se realiza ejercicio físico intenso o si se tienen ciertas patologías que requieren una hidratación especial".

Pero no todo es agua en forma líquida. Los alimentos también aportan una parte significativa de hidratación directamente o a través del agua metabólica. "Frutas como la sandía, el melón o la naranja, así como verduras como el pepino contienen un alto porcentaje de agua y pueden complementar perfectamente el consumo diario", añade la doctora.


Señales de alarma, ¿cómo sé si estoy deshidratado?

A menudo no somos conscientes de que estamos deshidratados hasta que aparecen síntomas. "El cuerpo nos manda señales. La sed es el aviso más evidente, aunque muchas veces ya vas tarde. Hay otros indicios como la boca seca, el de color oscuro de la orina, la piel menos elástica o la sensación de cansancio sin motivo aparente", detalla la Dra. Tuneu.

En personas mayores el riesgo es más elevado, ya que el mecanismo de la sed se vuelve menos eficaz con la edad. "Muchos ancianos no tienen sensación de sed, aunque estén deshidratados, por eso es importante fomentar la ingesta de líquidos de forma rutinaria, incluso si no lo piden", advierte.

La necesidad de una correcta hidratación cambia a lo largo de la vida. En la infancia, cuando el cuerpo contiene un mayor porcentaje de agua, las necesidades hídricas son proporcionalmente más altas. "Los niños y adolescentes son especialmente vulnerables a los efectos de la deshidratación, sobre todo cuando practican deporte o en días de calor intenso. Es fundamental que los padres y educadores estén atentos", insiste la doctora.

En la etapa adulta, factores como el estrés, la vida laboral o la falta de tiempo provocan que muchas personas olviden hidratarse. "Beber agua debería convertirse en un hábito automático, como lo es lavarse las manos o cepillarse los dientes. Llevar siempre una botella reutilizable encima puede ser una estrategia útil", sugiere.